Descubre por qué la cultura tailandesa convive con lo invisible
En tailandés hay una palabra que resume esa presencia casi cotidiana: phi (ผี), espíritus que habitan montañas, árboles, templos y rincones del alma. Estos seres son mucho más que folclore terrorífico: representan el vínculo entre lo humano y lo sobrenatural.
En Barcelona, octubre se asocia con Halloween, una fecha donde las historias de fantasmas y apariciones cobran vida en las calles. En Tailandia, sin embargo, lo espiritual no se celebra una vez al año: está presente todo el tiempo, en cada casa con su pequeña morada para los espíritus, en cada ofrenda encendida al caer la tarde.
Este artículo es un bestiario: una colección de fantasmas tailandeses y sus descripciones sobre espíritus y criaturas fantásticas del folclore tailandés, inspirada en la antigua tradición literaria Thai donde se reunían historias de seres reales o imaginarios para entender mejor los misterios del mundo y sus símbolos. Aquí presentamos estas figuras extraordinarias, no solo como presencias inquietantes, sino como parte fundamental de la visión tailandesa sobre lo visible y lo invisible, la vida y la memoria.

Nang Tani: la mujer del plátano silvestre
En la penumbra de los árboles de plátano silvestre habita Nang Tani (นางตานี), uno de los fantasmas tailandeses más conocidos del folclore Thai. Se dice que aparece en noches de luna llena, una mujer vestida de verde, con la piel teñida por un leve resplandor, flotando a unos centímetros del suelo, como un suspiro atrapado entre hojas.
A veces se muestra benévola: ofrece comida a los monjes que cruzan bajo sus ramas. Pero cortar el árbol donde mora es invitar la desgracia. Por eso se le honra con cintas de seda, incienso y frutas. Su figura encarna ese delicado límite entre lo humano y lo invisible.

Phi Tai Hong: el espíritu de la muerte violenta
Phi Tai Hong (ผีตายโหง) representa el desasosiego de una vida interrumpida. Son fantasmas tailandeses de quienes murieron de forma súbita o violenta, sin ritual que los libere. Según la tradición, su rabia sigue viva en los lugares donde cayeron, acechando a quien se acerca. Durante los siete días posteriores a la muerte, su energía alcanza su punto más feroz.
Dentro de este mito existe una variante aún más amarga: Tai Thang Klom (ตายทั้งกลม), el espíritu de una madre que muere con su hijo aún en el vientre. Esa doble pérdida multiplica su fuerza y su tristeza, un relato que habla tanto del dolor como de la memoria.

Cha Kla: el gato espectral
Cha Kla (จะกละ o ผีจะกละ) es un espíritu felino propio del folclore tailandés, especialmente presente en la región centro y sur del país. Su origen se remonta a los relatos de magia y brujería recogidos en el antiguo Three Seals Law Code del período Ayutthaya, donde ya aparecía como una criatura temida por sus poderes sobrenaturales. La leyenda cuenta que no solo es temido por los aldeanos, sino también por los hechiceros, algunos de los cuales supuestamente eran capaces de invocarlo para atacar a sus enemigos. En el sur de Tailandia es llamado Phi Luang, y muchas familias crecen escuchando advertencias sobre este ser, cuya piel negra y ojos rojos iluminan la oscuridad nocturna.
Su pelaje, que crece en dirección contraria, le confiere un aspecto antinatural. Verlo, tocarlo, o incluso solo cruzarse con él se asocia con la muerte o infortunio inmediato. Así, Cha Kla trasciende la figura de un simple monstruo para convertirse en símbolo de los peligros ocultos en la espesura, y de los miedos que la cultura tailandesa asocia a la noche y la magia negra.
Kong Koi: el fantasma de una pierna
El mito de Phi Kong Koi (ผีกองกอย) está muy arraigado en el folclore de Tailandia y Laos, y presenta muchas variantes según la región. Más allá de su figura saltarina, en algunas versiones se describe con forma de simio pequeño o niño raquítico, con vientre abultado, piel oscura y movimientos ágiles. Hay quien afirma que su boca tiene forma de tubo, como la de un mosquito, detalle que refuerza la creencia de que chupa sangre de los viajeros mientras duermen en plena selva. Esta característica, unida al sonido repetitivo de “koi, koi, koi”, ha convertido a este espíritu en una mezcla de depredador y vampiro legendario.
En tradiciones locales, circular descalzo o dejar pertenencias en la ruta se ve como una invitación al desastre, pues se dice que cualquier objeto encontrado en la jungla podría “pertenecer” a Phi Kong Koi —retirarlo supone atraer su enojo. Para algunos grupos étnicos, incluso, la leyenda estaría inspirada en la existencia de tribus nómadas antiguas (como los Sakai o Kha Ra Dae), de las cuales se cuentan historias de canibalismo y emboscadas a viajeros. Relatos de monjes errantes aseguran haber tenido encuentros con estos seres y salir ilesos gracias a la meditación y la calma espiritual.
Existen testimonios contemporáneos de huellas extrañas o sonidos nocturnos que se atribuyen a Phi Kong Koi, alimentando su fama y manteniendo vivo el respeto —y el miedo— a este espectro que vigila los caminos selváticos del sudeste asiático.
Ma Bong: el espíritu del caballo y la traición
Ma Bong (ผีม้าบ้อง), también conocido como Phi Ma Bong o simplemente Phi Ma, es uno de los fantasmas tailandeses con un historial profundamente arraigado en las creencias del pueblo Lanna en el norte de Tailandia. Su apariencia varía según los relatos: algunos lo describen con el cuerpo inferior de un caballo y torso humano masculino, mientras que otros relatan una forma mitad mujer, mitad caballo, que atrae a jóvenes para luego dañarlos. Una constante en todas las versiones es su relación con los caballos, manifestándose a menudo con relinchos y sonidos de cascos, dejando huellas misteriosas que desaparecen sin explicación.
Una historia popular narra cómo dos amigos solían salir juntos por la noche; en un momento el uno se alejó y fue descubierto chupando la cabeza seca de un búfalo. Tras la intervención de un monje con chile, el amigo huyó y el primer amigo se transformó en Ma Bong, encarnando un espíritu atormentado con cuerpo mitad caballo. Hay testimonios de avistamientos del Ma Bong en lugares como Phrae y Tak, generalmente durante una noche específica del calendario budista, donde aparece como un caballo grande sin jinete, a veces asociado a guerreros antiguos y caminos rurales, especialmente cerca del río Ping en Chiang Mai. Su aparición es un fenómeno que mezcla temor y respeto, y persiste en la cultura popular, llegando incluso a ser representado en dramas televisivos tailandeses recientes.

Phi Krasue: terror visceral
Phi Krasue (กระสือ) es uno de los fantasmas tailandeses femeninos más aterradores y emblemáticos del folclore tailandés y del sureste asiático, con variantes también en Camboya y Laos. Se le describe como una cabeza flotante de mujer joven y hermosa, en cuyo cuello cuelgan sus órganos internos —el estómago, intestinos, a menudo corazón y otros— balanceándose mientras vaga por la noche. Su cuerpo inferior es invisible o está ausente, por lo que se desplaza flotando justo encima del suelo, dejando un halo luminoso que se asemeja a un fuego fatuo, atribuido en explicaciones modernas a la presencia de gases naturales como el metano en zonas pantanosas.
Según la leyenda, Krasue es una mujer maldita o víctima de magia negra, que por alguna transgresión en vida quedó condenada a esta forma grotesca y hambrienta. Existen relatos que vinculan su origen a una princesa jemer, quemada en la hoguera pero protegida por un encantamiento que salvó su cabeza y órganos. Durante la noche, Krasue busca sangre fresca y carne para saciar su voraz apetito, atacando animales y, ocasionalmente, humanos. Durante el día, se oculta bajo forma humana, usualmente con un aspecto pálido y agotado.
Este espíritu está tradicionalmente acompañado por Krahang, una figura masculina que vuela con cestas de arroz y tiene comportamientos igualmente siniestros. La leyenda de Krasue sigue viva en la cultura tailandesa, mezclando advertencias morales, supersticiones y relatos de encuentros aterradores que han persistido generación tras generación. Hoy en día, su influencia se extiende también al cine y la cultura popular, donde sigue evocando el miedo y respeto hacia lo invisible y lo inexplicable.
Un choque de folclore
El universo de los fantasmas tailandeses es vasto. Hay espíritus que cuidan árboles (Nang Mai), ríos, montañas y casas abandonadas. En las ciudades se honra a Phra Suea Mueang, guardián del orden local y de la prosperidad. En cada templo o esquina, no faltan las spirit houses, pequeñas moradas donde se dejan flores, frutas o incienso.
Más que miedo, lo que se cultiva es respeto: una forma de reconocer que lo visible y lo invisible conviven en el mismo espacio. Lo espiritual no se imagina lejos, sino respirando dentro del mundo cotidiano.
Caminar por los senderos rurales de Tailandia es sentir que el aire murmura. Las sombras parecen tener memoria. Cada piedra puede guardar una historia y cada brisa, un nombre. Aquí los fantasmas no buscan espantar: buscan ser reconocidos. En esa fina frontera entre miedo y veneración se revela una cultura que escucha incluso al silencio.





