¿Porque considerar determinados lugares o conocimientos, Patrimonio de la Humanidad?
Guerreros de terracota de Qin Shi Huang
Desgraciadamente, es común que las obras de la ingeniería moderna terminen llevándose por delante algún trozo de patrimonio que nuestros antepasados dejaron sobre la faz de la tierra. Tampoco es excepcional que con el objetivo de erigir algo —un edificio, la infraestructura del metro, o cambiar el sistema de tuberías de una ciudad— se descubra algo totalmente extraordinario. Ocurrió en 1974, cerca de la ciudad china de Xi’an. Unas simples obras que iban a ayudar con el abastecimiento de agua de esa ciudad, desenterraron a un ejército entero de guerreros hechos de tierra rojiza. Más de 8000 piezas, ni más ni menos, apenas a un kilómetro y medio de distancia de la tumba del primer emperador de la dinastía Qin, Qin Shi Huang. Tal descubrimiento, aunque totalmente accidental, dió visibilidad a una parte de la historia que no se conocía, y las obras, por respeto al descubrimiento, fueron totalmente paralizadas. Hoy en día, los Guerreros de Terracota —así es como los denominaron— se pueden ver en el conocido Mausoleo de Qin Shi Huang.
Pero por desgracia, hay patrimonio que no corre la misma suerte, y hay partes de la historia que son deliberadamente destruidas, con el simple pretexto, por ejemplo, de expandir urbanísticamente una población. En España, tenemos muchos ejemplos que harían entristecer a cualquier amante de la cultura. De una tiranía semejante, surgió el germen de lo que se conoce como el galardón Patrimonio Cultural de la Humanidad y que más tarde iría expandiendo sus fronteras de protección hasta incluir el Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad. Pero, ¿qué ocurrió para empezar a dar reconocimiento a tantos siglos de historia?
Egipto, en la década de los 50, empezó con la planifiación de lo que sería la megaconstrucción de la presa de Asuán, a través del río Nilo. Esta presa tendría un papel importantísimo en el desarrollo agrícola e industrial en un país tan árido como es Egipto. El único problema de la construcción de esta gran presa en el país de los faraones, eran los faraones mismos. Estas obras de ingeniería a gran escala, sacrificarían templos como el Abu Simbel o el de File, quedando totalmente sumergidos bajo el agua, como si de la Atlántida se tratara. En aquel entonces, la Comunidad Internacional, se echó las manos a la cabeza y hasta 50 países iniciaron una recaudación de dinero para poder llevar el patrimonio hasta tierra firme. En su totalidad, recaudaron un total de 80 millones de dólares y con el tiempo, Egipto agradeció a todos los países que participaron en esta recolecta con un cachito de su historia. A España, por ejemplo, la obsequiaron con el Templo de Debod, que puede visitarse en Madrid hasta día de hoy.
La gran capacidad de organización que habían tenido los países, puso entonces sobre la mesa la idea de poder crear algo que sirviera como protección de todo patrimonio histórico y natural para evitar que todas las piezas extraordinarias que habían logrado sobrevivir hasta nuestros días, pudieran ser destruídas. Tras muchísimo trabajo diplomático y años de conversaciones, la UNESCO a través de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural concretó las condiciones a las que se acogerían los países que formaran parte y cinco años más tarde se anexionaron 34 países de todo el mundo.